Entré en una habitación donde un niño sin expresión tocaba una melodía enfermiza en un piano en ruinas, una melodía que era un circulo de dolor que acababa y volvía a empezar en un bucle infinito. Cada vez que la canción iniciaba con el do más estridente que jamás había escuchado todo era más desesperante. Procedí a tocarle el hombro para pedirle por favor que detuviera aquella locura sin fin o en su defecto pegarle un puñetazo y desencajarle la mandíbula y teñir mis nudillos de sangre. No suelo ser violento pero aquella melodía estaba acabando con mi cordura a pasos agigantados.
Cuando giré al joven vi en sus ojos la mirada más vacía y llena de rencor que jamás había visto. Entonces cuando mi consciencia se perdió entre la oscuridad de sus pupilas solo pude correr. Salí de la estancia, de la casa y del jardín como si me persiguiera el mismo diablo. Entonces fue cuando cruce la calle y al otro lado de la acera encontré otros ojos. Unos ojos llenos de todo y vacíos de nada, una mirada redentora tras unas pupilas azules que me hicieron caer arrodillado y pedirle... Sálvame por favor, me persiguen mis miedos y no se combatirlos. Entonces posó su mano en mi hombro y caí en un mar de calma y serenidad... hoy he despertado, estoy en mi cama de matrimonio, en mi casa, con mi perro, mis aparatos electrónicos y esos ojos azules mirándome desde el lado izquierdo de la cama mientras ella entona un "Deja de ser tan perezoso, llegaremos tarde a la iglesia y Vitaly se quedará sin bautizo!!"
Y desde que me salvó de mis miedos, y desde que se convirtió en un motor engrasado que me transporta a cualquier lugar, y desde que decidió quedarse al lado de un perdedor, desde entonces y para lo que me resta de vida... La quiero.
